El Chan se considera una escuela budista surgida en China. Pero desde la perspectiva del Chan mismo, no es una escuela, una práctica fija, ni algo que alcanzar; ni siquiera se trata de una experiencia. Es simplemente la manifestación del buddhadharma tal y como se expone en la triple práctica de la virtud, la meditación y la sabiduría. Esta triple práctica es la esencia del noble óctuple sendero del budismo. La virtud se asocia con el habla correcta, la acción correcta y los medios de vida correctos; la meditación se asocia con el esfuerzo correcto, la concentración correcta y la meditación correcta; y la sabiduría se asocia con la resolución correcta y la visión correcta.
El enfoque distintivo del Chan es señalar que no existe tal cosa como un yo fijo, pues ya somos libres. Es tan sólo gracias a nuestra fijación por las palabras y el lenguaje —y, por ende, por nuestras discriminaciones, puntos de vista discursivos, diálogos internos y emociones— que surge el yo. Este “yo” es perpetuado por el deseo, la aversión y la ilusión, que nos atan al sufrimiento.
El Chan reconoce que las formas rígidas de práctica espiritual también pueden convertirse en una fijación; por ello, el triple sendero de la virtud, la meditación y la sabiduría debe cultivarse en medio de la vida cotidiana, especialmente cuando percibimos los “ocho vientos” de la ganancia y la pérdida; la fama y la calumnia; la alabanza y el ridículo; y la alegría y la tristeza. Por lo general, estas percepciones polarizadoras nos golpean profundamente a diestra y siniestra, y las etiquetamos porque no sabemos cómo experimentar el mundo sin nombrarlo todo.
Aunque las palabras tienen su utilidad, la mayoría de la gente queda atrapada por ellas. Al etiquetar, adquirimos una sensación de control, y las etiquetas forman los contornos de nuestra realidad, pero, en realidad, las palabras que elegimos nos controlan. Cuanto más fijación tenemos en estas etiquetas, más atrapados estamos en esa realidad. Esto es engaño; es sufrimiento.
La clave de la práctica del Chan reside en ver más allá y desmantelar nuestra fijación en las palabras, que inevitablemente divide, reifica y trae sufrimiento. A lo largo de los siglos, el Chan ha desarrollado dos formas distintas de atacar explícitamente nuestra tendencia a reificar el mundo a través de las palabras y el lenguaje. El primer método es contemplar los gong’ans (o koans, en japonés), vocablo que literalmente significa “caso público”. El término procede de los documentos judiciales civiles de la dinastía Tang (618-907), referidos a casos legales. Los maestros Chan recurrían a esta metáfora judicial para referirse a “casos” o relatos de situaciones de la vida cotidiana que conducían al despertar. Del mismo modo que los magistrados revisan, examinan y dictan sentencia sobre los casos legales, los maestros Chan recopilaban y comentaban los encuentros de practicantes anteriores. Sus comentarios, como el veredicto de un magistrado, evaluaban el punto de inflexión o el catalizador más importante de aquellas experiencias de despertar para así ofrecer a los lectores pistas para su comprensión, inspirándoles a tomar estos casos como sus propios objetos de investigación contemplativa. Estas recopilaciones se llegaron a conocer como colecciones de gong’ans.
En la práctica del gong’an (en japonés: koan), se contempla una historia o diálogo paradójico con el fin de cortar con las formas de pensar ordinarias y dualistas. En un conocido gong’an, un estudiante preguntó: “¿Tiene un perro naturaleza búdica?”. Fotografía de Xan Griffin
Para muchos, los gong’ans parecen extraños rompecabezas, pero, en realidad, no hay nada que resolver. Su utilidad radica en utilizar veneno contra veneno. Dado que las palabras y el lenguaje son como un veneno en nuestra mente, que contamina todo lo que experimentamos, los gong’ans introducen un nuevo veneno que contrarresta el original. Presentan una imposibilidad, una encrucijada, y hacen que la mente se atasque. Nos quedamos con una gran sensación de desconocimiento, impenetrabilidad y asombro, que es la finalidad de este método. Los gong’ans no nos dan nada a lo que aferrarnos, así que todas las palabras, conceptos y todo lo que hemos conocido de nosotros mismos como “esto” y “aquello” se desvanece. Dan la vuelta a las palabras, al lenguaje y a los conceptos, destrozando así nuestro aferramiento a nosotros mismos para que despertemos a nuestra verdadera naturaleza. En pocas palabras, los practicantes del Chan utilizan los gong’ans para disolver la autorreferencialidad y las fijaciones. Así, pues, practicar el gong’an es utilizarlo como método para investigar nuestra vida y lo que significa vivir de acuerdo con nuestra libertad.
Hay muchas formas de relacionarse con los gong’ans. A menudo no es necesario reflexionar sobre toda la historia contada en un gong’an, ya que cada uno de éstos tiene un punto de inflexión crítico con el potencial de transformar el engaño en despertar. Este punto crítico, llamado huatou (o wato, en japonés), puede ser el centro de la meditación. Algunos ejemplos de huatou son: ¿quién soy?, ¿qué es esto?, ¿cuál era mi rostro original antes de que nacieran mi padre y mi madre?
Un huatou es, en muchos sentidos, una versión condensada de un gong’an. Huatou significa literalmente “lo que está antes de las palabras”. Si las palabras y los conceptos son las enredaderas espinosas que nos atan y engañan, el huatou es el hacha que las corta y nos libera. De nuevo, la clave es generar una sensación de asombro, no de saber. Con el tiempo, el asombro se hará añicos y uno despertará del sueño del engaño.
El segundo enfoque de la práctica del Chan se denomina mozhao o iluminación silenciosa, que se asemeja en cierto modo a la práctica simultánea de las meditaciones de shamata y vipassana. Este método requiere que abandonemos por completo el lenguaje. Permitimos que cualquier palabra o pensamiento que surja se disipe por sí mismo. Cuando abandonamos las etiquetas, la mente recupera su luminosidad natural. Llegará un momento en que la mente misma se desvanezca de repente y, junto con ella, el yo. Esto es el despertar.
Al extender esta práctica a la vida cotidiana, interactuamos con el mundo sin estar tan atados a palabras y conceptos. Ya sea al sentarse, caminar, trabajar o interactuar con los demás, tan sólo hay una experiencia despierta y clara de la frescura y la inmediatez de cada momento. El practicante está presente ante lo que existe y responde a lo que hay que hacer, a lo que se puede hacer, sin inyectar un yo donde no lo hay.
La práctica del Chan se extiende a la vida cotidiana. Ya sea al trabajar, sentarse, caminar o interactuar con los demás, el practicante está presente ante lo que existe y responde a lo que hay que hacer. Fotografía de iStock.com / RyanJLane
Tanto la iluminación silenciosa como el gong’an son métodos que se basan en la convicción de que el despertar ya está aquí, en este momento, y que no es algo que se produzca mediante una práctica artificial. Sin embargo, la práctica es absolutamente necesaria porque estamos condicionados por nuestras fijaciones, siempre divididos entre el yo y el otro, empujados y arrastrados por los ocho vientos.
Practicar la virtud, desde la perspectiva del Chan, es liberarse de los ocho vientos. Practicar la meditación es estar libre de las distracciones en medio de la vida cotidiana. Practicar la sabiduría es no obstruir la naturaleza de la mente, que ya existe libre del yo.
Incorporar a nuestras vidas la triple práctica de la virtud, la meditación y la sabiduría también significa establecer nuevas relaciones y observar nuevos comienzos. Esto es compasión en acción. Cuando nos encontramos con dificultades en la vida, no hay por qué tener una fijación en nuestro impulso de etiquetarlas como negativas. Lo que parece negativo puede convertirse en una experiencia de aprendizaje. Cuando la vida nos presenta retos —ya sea por parte de nuestro jefe, compañeros, familiares, amigos, maestros o alumnos—, si sabemos adaptarnos a las situaciones y reconocer que cada momento es un nuevo comienzo, no guardaremos rencor ni resentimientos. Las soluciones a nuestros retos siempre aparecen cuando dejamos de etiquetarlos, cuando dejamos de atraparnos en una realidad fija.
Desmantelar nuestro profundo hábito de reificar las experiencias a través de las palabras y el lenguaje es tan fácil como soltarlas ahora mismo o tan difícil como vivir toda una vida de práctica. En el proceso, nos volvemos más espaciosos, conectados y receptivos a las maravillas de la vida. Nos alineamos más con nuestra verdadera naturaleza, que ya es libre.
SOBRE GUO GU
Guo Gu es maestro Chan y profesor de budismo y religiones de Asia Oriental en la Universidad Estatal de Florida. Es fundador y maestro del Tallahassee Chan Center de Florida, y quien imparte la formación a todos los maestros occidentales de dharma en el linaje Dharma Drum del maestro Sheng Yen. En 2020, fundó la organización budista intraconfesional y socialmente comprometida, Dharma Relief. Entre sus libros figuran Essence of Chan y Silent Illumination (2021).
ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)
Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.