¿Cómo verás al Gurú?

¿Puedes ver a tu maestro como el Buda? Dzongsar Khyentse Rinpoche dice que no es fácil, pero para un practicante Vajrayana es aquí donde empieza el camino de verdad.

Dzongsar Khyentse Rinpoche26 October 2022

El decidir seguir a otro ser humano –no un dios, no una máquina, no a la naturaleza, no a un sistema de gobierno, no al sol o a la luna, sino a un ser que se baña, que duerme, que bosteza, que defeca, que tiene estados de ánimo y quizás es posible sobornar– es, o la cosa más estúpida, o la más gratificante que puede hacer una persona. Es un regalo tener esta inclinación y la tenacidad para seguirla. Es un regalo tener una confianza fuera de toda duda. Es un regalo poder matar la duda con duda. No todos tienen estos regalos. 

El estudiante de Nyoshul Lungtok tuvo estos regalos. Una vez, mientras lavaba la ropa del gurú, encontró una mancha de caca y pensó, “Oh, el Vajradhara defeca”. Pero habiendo recibido instrucciones de cómo un estudiante debe de considerar al maestro como el Buda, inmediatamente se regañó, “¿Cómo puedo pensar que el Vajradhara defeca?” Pero luego se regañó de nuevo, pensando, “¿Estaré siendo un adulador?” Luego, por tercera vez se regañó, llegando a la conclusión de que ser un adulador es sólo un concepto, un miedo. Y después de todos estos regaños, él continuó siguiendo a su gurú, no ciegamente, sino sincera e incondicionalmente. 

Una vez que has empezado el viaje de la práctica del Vajrayana, pueden suceder muchas cosas y tienes que estar preparado. Es importante tener fé, pero también es bueno tener dudas y usar la razón. A menudo la fé viene como resultado de la duda, y la duda viene como resultado de la fé. Y la que llega en segundo puesto es a menudo mucho más poderosa. Al final, tenemos que abandonar ambas. 

El Vajrayana es un camino de unión de sabiduría y método, la unión de ciencia y fé, la unión de mito y verdad, pero incluso muchos practicantes Vajrayana encuentran difícil, o ni siquiera piensan en tratar de casar estas cualidades que parecen irreconciliables. Por ejemplo, muchos aplican el método, así como postrarse al gurú u ofrecer una flor de loto, doblar las manos en un hermoso mudra anjali, pero lo hacen como ritual sin aplicar sabiduría. La postración es entrega, pero muy pocas personas se postran con una confianza genuina; no piensan, “me estoy postrando a la deidad que no es otra que yo mismo, y, del mismo modo la deidad se está postrando hacia mí.” Saber que la deidad y el que se postran son uno y lo mismo es la postración última. 

De hecho, el gurú es como el horizonte. Un horizonte es aparente –una línea donde la tierra y el cielo parecen juntarse. Pero en realidad, nunca se juntan. Sólo hay una ilusión de una meta final, un punto de referencia donde nos podemos parar y ante el cual medir y evaluar. De este modo, el gurú es como un horizonte entre la sabiduría y el método, el mito y la verdad, la ciencia y la fé. 

El gurú externo

En el Vajrayana, el gurú tiene tres aspectos: el gurú externo, el gurú interno y el gurú secreto. Es importante tener claridad acerca de estos antes de entrar en el camino que usa al gurú como el método para despertar. El gran maestro Sakyapa, Könchok Lhundrup explicó que el gurú externo es la persona física que puedes ver y con quien te puedes comunicar, es decir, de quien recibes las enseñanzas e instrucciones verbales y simbólicas. El gurú externo es “tan Buda como se puede ser”. El gurú interno es la naturaleza de tu mente –en otras palabras, una mente que no está pensando en una “cosa”, sino que es simplemente cognoscente y está presente indudablemente. Y el gurú secreto es la vacuidad de todos los fenómenos. 

El gurú interno y el gurú secreto no tienen color de piel. No tienen título ni asiento. No tienen una forma que se pueda vestir con un brocado de seda. No están sujetos a estados de ánimo, actitudes o cultura. Y, de algún modo, la ausencia de estos atributos le añade valor en nuestras mentes, y los mantenemos en una estima mucho mayor que al “mero mero”. Los gurús externos invariablemente son entidades complicadas porque son tangibles y sujetos a ser amados. Tienen estados de ánimo, actitudes y números de teléfono. Son menos misteriosos porque bostezan y duermen cuando están cansados. Pero las tres manifestaciones del gurú –la externa, la interna y la secreta– son igualmente valiosas. No hay jerarquía. 

El gurú no es un trofeo, y ver al gurú como un Buda no es el final de la historia. Cuando reconocemos a nuestra propia mente como el Buda, ésa es la victoria final. 

Comenzamos el camino del Vajrayana imaginando, fabricando, haciendo ‘como si’, “meditando” en el gurú externo como el Buda. Por el poder de nuestra imaginación, vemos el color de la piel del gurú tan dorada como la de Shakyamuni o color lapislázuli como Vajradhara. Quizás veamos el cuerpo del gurú con muchos brazos como una deidad tántrica y el género del gurú cambiando de masculino a femenino o de femenino a masculino. Después de un tiempo, empezamos a ver a esta persona que vive y respira como Buda. 

Pero este “ver”, al contrario de lo que pudieras pensar, no significa necesariamente que el gurú se va a aparecer enfrente de tu puerta bronceado con color dorado o incrustado con lapislázuli. Significa que ya no vas a interactuar con el gurú como un ser ordinario dualista como alguna vez lo hiciste. ¿Cómo vas a ver al gurú? La explicación clásica es que la interacción con el gurú será una experiencia directa de la forma como vacuidad y la vacuidad como forma; será mezclado con los jnanas y kayas. Esta explicación no es tan exagerada. Sólo piensa en cómo tu percepción de una persona se transforma desde el momento en el que la conoces como un extraño o extraña a cuando te enamoras de ella o a cuando se convierte en tu amante. A medida que cambia tu percepción, la experiencia cambia. 

Al momento en el que consigues realmente liberarte de tu percepción limitada del gurú, también te liberarás de la percepción limitada del color y la forma. El dorado será inseparable del color de una esponja para trapear. Mil brazos ya no son fantásticos o se interponen en el camino –de hecho, se vuelve casi ridículo pensar que un ser humano perfecto sólo tenga dos brazos. En este punto te dejas de preocupar acerca de todos los atributos –tamaño, peso, género, y demás; su significancia se diluye. Es como la sopa de ortiga: una vez cocinada, ya no te preocupan los pelos que pican la lengua. 

El gurú no es un trofeo, y ver al gurú como Buda no es el final de la historia. Ser feliz sólo con esto sería una contradicción de las enseñanzas del Buda. Enfocarse sólo en el Buda sería como enfocarse en un dedo que está apuntando hacia la luna, en vez de mirar directamente a la luna. Cuando reconocemos nuestra propia mente como el Buda, ésa es la victoria final. Ahí es cuando te conviertes en tu propio maestro; ya no buscas, encuentras, veneras, sigues u obedeces a una persona u objeto en particular –esta es la unicidad gloriosa del Vajrayana. Sin reconocer tu mente como el Buda, el Vajrayana no sería un camino efectivo, sino algo defectuoso que sólo ‘ensalsa’ a un líder. 

Dos métodos supremos: el práctico y el más práctico

El Vajrayana ofrece dos métodos supremos para acumular mérito: desarrollar compasión por los seres sintientes, y generar devoción por el gurú. Siempre podemos acumular méritos a través de la veneración del Buda, pero para los principiantes esto quizás sea un concepto demasiado abstracto: nunca hemos visto al Buda, y no hemos conocido a nadie que lo haya conocido. Él está puramente en nuestra imaginación. El gurú a quien has encontrado, por otra parte, se ha aparecido frente a ti dentro de tu propia capacidad, y tú te puedes comunicar con él. Puedes pensar en él como un buda –no Shakyamuni, pero tu buda, si éso es todo lo que tu mérito puede manejar. A medida que tu habilidad se vuelve más eficiente, la proyección del gurú se vuelve más sublime. Entonces, el gurú es el objeto perfecto a través del cual acumular mérito. Con el gurú, tienes un contacto personal, una relación personal; de hecho puedes tener una interacción.  Se dice una y otra vez en los tantras que venerar incluso un poro del cuerpo del gurú tiene mucho más mérito que hacer ofrendas a miles y miles de budas. 

Para muchos de nosotros, generar compasión por todos los seres sintientes es algo muy abstracto; la devoción al gurú se siente más práctica y asequible. Incluso si llegamos a generar una idea vaga de lo que “todos los seres sintientes” pueda significar, quizás podamos sostener una compasión hacia ellos por un día o dos, pero es difícil sentir compasión por toda la gente todo el tiempo. La devoción por un gurú a quien hemos elegido por nosotros mismos es mucho más practicable. Nuestra compasión por todos los seres sintientes siempre está estropeada por la parcialidad y nuestras proyecciones. La devoción a un gurú, sin embargo, es muy personal y mucho menos abstracta. Puede empezar con admiración, sorpresa, obediencia e inspiración, aunque quizás todas sean esporádicas. 

Nuestro mérito determina cómo percibimos al gurú

Como dijo Jigme Lingpa, la luna tiene todas las cualidades necesarias para que aparezca su refracción en la superficie de un lago claro. Si la luna no tuviera una forma o substancia, y si no reflejara la luz del sol, no le sería posible aparecer en la superficie del agua. Más aún, la cualidad del agua clara es que puede reflejar, y cuando la luna y el agua –dos entidades por completo separadas– están perfectamente alineadas sin ninguna obstrucción entre ellas, la refracción de la luna va a aparecer sin esfuerzo, sin intención. De un modo similar, nuestro Buda interno tiene cualidades que le permiten manifestarse sin esfuerzo y sin intención. Cuando no hay obstáculos, el Buda va a reflejarse espontáneamente en los seres sintientes quienes tienen el mérito. 

Algunos seres tienen el mérito para disfrutar la reflexión del Buda interno en la forma del Buda externo histórico Shakyamuni, quien vino hace 2,500 años. Algunos tienen el mérito para disfrutar la reflexión del Buda interno en la forma de un pez grande durante el tiempo de hambruna. Para otros, el Buda quizás sea estatuas de piedra, pinturas, un loto, un jardín, o cualquiera de los objetos materiales que dan felicidad temporal a los seres sintientes. Y aquellos con el tipo más sublime de mérito, tienen la habilidad de ver la dicha no-dual como el Buda. 

El proceso de relacionarse con esta reflexión del Buda interno es llamada devoción. Tanto como haya una corriente de pensamientos, no habrá final a la proyección del samsara. Hasta el fin del samsara, no hay fin al sendero. Mientras haya sendero, hay devoción. Y mientras haya devoción, hay un maestro externo.

El puente humano

Si el concepto del gurú externo como Buda está más allá de tu comprensión, el reconocer el gurú interno y el gurú secreto es aún más vasto. Al principio , apenas si podemos formarnos una idea borrosa acerca de cualquiera de estos tres aspectos del gurú en un plano intelectual. Para realmente entender a los gurús interno y secreto, necesitamos de un puente que se extienda de un lado del río al otro –de nosotros mismos a nuestro gurú interno y al gurú secreto. El único puente es una persona que podemos tocar y ver, y con quien podemos compartir experiencias, quien puede ser una referencia y un ejemplo y quien tiene la familiaridad y el conocimiento para introducirnos al gurú interno y secreto. El único puente es el gurú externo. 

La relación con el gurú nunca puede ser simple. Nosotros los seres humanos tenemos un hábito de tener esperanza y miedo, y cada uno de nosotros viene ensillado con nuestras culturas y caracteres distintos. Mientras estemos sujetos por estas distinciones, estamos en una ilusión, y mientras estemos en una ilusión, nuestras relaciones son complicadas. 

A través del velo de tus percepciones ilusorias cotidianas, el gurú externo quizás se vea como una persona ordinaria. Él comparte tu gusto por la pizza con anchoas, pero también toma el café fuerte, el cual a ti no te gusta. Parece ponerse de malas cuando no captas lo que dice. Es un ser humano. Pero no nació en tu vecindario, así que es exótico e interesante. Entre más exótico, mejor, especialmente si eres un discípulo ingenuo y crédulo que se impresiona fácilmente por los colores, formas y razas. Lo mejor es cuando su piel tiene un tono completamente diferente. Pero entonces, de nuevo, si es demasiado exótico, no funciona.

Más allá de lo humano

Es difícil aceptar un gurú como “más allá” de humano porque nosotros, los practicantes, somos seres humanos; hay una parte de nosotros que siempre está buscando la familiaridad. Queremos que nuestro gurú tenga nuestra forma y que le gusten las mismas canciones de amor que a nosotros nos gustan. Por otra parte, queremos que nuestro gurú sea excepcional y sublime, pero no demasiado excepcional, ni demasiado sublime. Si el gurú tuviera tres ojos, no sabríamos cómo manejar eso. Compramos regalos para el gurú y nos imaginamos cuán sorprendido y contento estará cuando los reciba. Al mismo tiempo, queremos que el gurú sea clarividente, si no es que omnisciente, de tal modo que ya sepa lo que le estamos llevando. Nuestra mente es complicada. Así que el gurú necesita servir ambos propósitos: ser un ser humano ordinario que puede dar sentido, y también ser alguien que tiene todas las cualidades para llevarte más allá del estado humano. El gurú tiene que ser mitad un ser ordinario, y mitad un ser sublime. 

El trabajo, entonces, cae en tu casilla. No tendrás ningún problema viendo al gurú como un ser humano porque eso ya es tu hábito. Pero tendrás que trabajar para hacer de aquella persona un híbrido al “verlo” o verla como sublime. Tienes que hacer lo que sea necesario –edúcate, habitúate– para verlo o verla como sublime. Y lo más importante, tienes que tener el mérito y la habilidad para pensar de esta manera. Es por esto que tenemos entrenamiento mental y gurú yoga. 

Más allá del dualismo

Mientras que muchos erran del lado de tener demasiadas expectativas de un gurú –como el obtener constante apoyo emocional y consejos mundanos–, otros rechazan por completo el tener un gurú humano. Es como si les diera miedo relacionarse con un ser vivo. Ellos dicen cosas como “yo soy mi propio gurú”, usando la excusa conveniente y que suena bien educada de que todo, incluyendo el gurú, es la naturaleza de la mente. Pero después de algunos cuestionamientos, se vuelve claro que ellos no tienen ni un pequeño entendimiento de lo que significa “naturaleza de la mente”.

He conocido a muchos europeos de edad adulta que están resentidos con las religiones Abrahámicas con las que crecieron por haber hecho que se infectaran con el virus de la culpa. En algún punto del camino, algunos consiguieron rebelarse, quizás cuando eran adolescentes durante la era después de la Segunda Guerra Mundial. Algunos de estos rebeldes consiguieron entusiasmarse acerca de las enseñanzas budistas;  les excitaban los conceptos como “todo es mente” y “tú eres tu propio maestro”, y ellos validaron su resentimiento con la religión organizada. Intelectualmente, estos buscadores de dharma post-Abrahamicos, ya no creen en el pecado original, pero debido a su formación de la infancia, el hábito de sentir culpa y sentirse pecadores aún es fuerte. Este tipo de personas tienen una tendencia excesivamente entusiasta a erigir la bandera de los gurús internos y secretos. 

Esta actitud –la de que el gurú interno es suficiente– es a menudo adoptada por aquellos cuya orientación intelectual es ligeramente nihilista o quienes vienen de familias muy controladoras y con miras de altos logros. Ellos resienten la idea de otra persona poderosa que esté respirando junto a ellos. 

Luego, hay otros a quienes les gusta ser guiados. Incluso cuando se trata de asuntos mundanos, ellos no confían en sus propios juicios o su voz interna. Apenas si pueden ir al súper sin llenarse de dudas. Ellos también tienden a ser un poquito flojos, pidiéndole consejos al gurú acerca de cada minúscula cosa que surja en sus cabezas. Este tipo de personas tienen que aprender a confiar en ellas mismas y depender menos en el gurú externo. Ellos quizás encuentren que entre más confíen en los gurús interno y secreto, más van a confiar y amar al gurú externo. 

Ultimadamente, la pregunta de si el gurú interno es suficiente para ti es irrelevante si tu propósito espiritual es lograr la iluminación. Pero hay una manera sencilla de encontrar la respuesta. Si tú puedes superar cualquiera y todas las circunstancias externas, entonces quizás no necesites del gurú externo, porque para entonces todas las apariencias y experiencias surgen como el gurú de todas maneras. Por otra parte, si un practicante no puede controlar las circunstancias y situaciones, entonces todos los tipos de entrenamiento mental son necesarios. Entonces, uno necesita ser guiado, ser empujado, ser alimentado con cuchara. 

Para averiguar si tú eres controlado por las circunstancias y situaciones, hay muchísimas cosas que puedes hacer, así como saltarte una comida. Si eres hombre, usa un brasier y camina con él en público. Si eres mujer, ve a una fiesta elegante con tus pantuflas. Si estás casado, ve si puedes tolerar que alguien le de una nalgada a tu esposa o esposo. Ve si te mueven los halagos, o el criticismo, o el ser ignorado, o el ser bañado con atención. Si te agitas, te avergüenzas, te enojas, entonces lo más seguro es que aún estés bajo el influjo de las condiciones de los hábitos y la cultura. 

Aún eres una víctima de las causas y condiciones. Cuando un ser humano muere, o cuando la vida que estás tratando de construir colapsa, es probable que tu entendimiento de los gurús interno y secreto no hagan que cese el dolor. Tampoco encontrarás alivio en el entendimiento de “la forma es vacuidad y la vacuidad es la forma”. En este caso, necesitas insertar una nueva causa para contrarrestar estas condiciones. Debido a que tu entendimiento de los gurús interno y secreto es sólo intelectual, no puedes invocarlos. Aquí es cuando se torna necesario el gurú externo, físico, accesible. 

Mientras yaces en el reino donde los amigos y amantes que existen externamente son necesarios, mientras te sigan causando molestia los obstáculos externos existentes como las pasiones y los juicios morales, necesitas un gurú. Básicamente, mientras sigas teniendo una mente dualista, no te engañes pensando que el gurú interno es suficiente. Cuando llegas a un punto donde de hecho puedes comunicarte con tu gurú interno, tendrás poco o nada de dualismo. Entonces no vas a sentirte repelido ni atraído a un gurú externo 

Entonces, el gurú externo es necesario hasta que tengas la esencia de los gurús interno y secreto. Cuando realizas los gurús interno y secreto, entonces ya no vas a encontrar más al gurú externo.

ACERCA DE DZONGSAR KHYENTSE RINPOCHE

Dzongsar Jamyang Khyentse Rinpoche nació en Bután en 1961 y fue reconocido como la segunda reencarnación del maestro del siglo diecinueve, Jamyang Khyentse Wangpo. Él ha estudiado y ha sido empoderado por algunos de los más grandes maestros tibetanos de este siglo, notablemente por el tardío Dilgo Khyentse Rinpoche y el tardío Dudjom Rinpoche. Dzongrsar Khyentse Rinpoche supervisa su asiento tradicional en el Dzongsar Monastery en el Tíbet del Este, así como unos colegios establecidos recientemente en la India y en Bután. Él también ha establecido centros de meditación en Australia, América del Norte y el lejano Este.

ACERCA DE KHANDRO (TRADUCTORA)

thubten khandro es una yoguini budista tibetana, bailarina, poeta y traductora originaria de México. Desde el 2013 es alumna de Yongey Mingyur Rinpoche y forma parte de la Comunidad de Meditación de Tergar. Ha publicado dos libros de poesía de dharma; bird yes y Sunbird. Actualmente da clases de yoga y comparte poesía y danza a través un boletín electrónico mensual.

Dzongsar Khyentse Rinpoche

Dzongsar Khyentse Rinpoche

Dzongsar Jamyang Khyentse Rinpoche was born in Bhutan in 1961 and was recognized as the second reincarnation of the nineteenth-century master Jamyang Khyentse Wangpo. He has studied with and been empowered by some of the greatest Tibetan masters of this century, notably the late Dilgo Khyentse Rinpoche and the late Dudjom Rinpoche. Dzongsar Khyentse Rinpoche supervises his traditional seat of Dzongsar Monastery in Eastern Tibet, as well as newly established colleges in India and Bhutan. He has also established meditation centers in Australia, North America and the Far East.