La vida al borde

La maestra budista Joan Halifax describe cinco “etapas al límite” donde el valor se encuentra con el miedo y la libertad se encuentra con el sufrimiento. 

Joan Halifax7 January 2022
Photo by Erico Marcelino.

Tengo una pequeña cabaña en las montañas de Nuevo México donde paso algo de tiempo cada vez que puedo. Está ubicada en un valle profundo en el corazón de la cordillera Sangre de Cristo. Es una caminata ardua desde mi cabaña hacia arriba de la cordillera a más de doce mil pies sobre el nivel del mar, desde donde puedo ver el corte profundo del Río Grande, el antiguo volcano Valles Caldera y la distintiva mesa de Pedernal, donde dicen los Diné que nació el Primer Hombre y la Primera Mujer.

Cuando camino la cordillera, me pongo a pensar en los límites. Hay partes del camino montañoso donde tengo que ser especialmente cuidadosa al colocar mis pasos. Hacia el Oeste hay un declive precipitado que conduce a la exuberante y estrecha cuenca del Río San Leonardo. Al Este, hay una bajada rocosa y empinada hacia el denso bosque que reviste al Río Trampas. Estoy consciente de que en la cordillera un mal paso puede cambiar mi vida. Desde esta cordillera puedo ver que abajo y a la distancia hay un panorama tomado por el fuego y franjas de árboles muriendo por escasez de sol. Estos hábitats dañados se encuentran con secciones sanas de bosque en fronteras que son lugares agudos, y a veces amplios. He escuchado que crecen cosas en estas zonas en el borde. Por ejemplo, los ecosistemas se expanden de sus bordes en donde tienden a albergar una mayor diversidad de vida. 

Los bordes son lugares donde los opuestos se encuentran. Donde el miedo se encuentra con el valor y el sufrimiento con la libertad.

Mi cabaña yace en el límite entre un humedal alimentado por las profundas nieves del invierno y un denso bosque de abetos que no ha visto fuego en cien años. A lo largo de este borde hay una abundancia de vida, incluyendo álamos de corteza blanca, violetas salvajes, aguileña púrpura, así como arrendajo de Steller o charas crestadas, el búho boreal, lagópodos coliblancos, y guajolotes salvajes. Los altos pastos y los humedales del verano hospedan ratones de campo, ratas de manada y topillos ciegos que son las presas de los rapaces y los gatos monteses. Los pastos también alimentan a los alces y venados quienes pastan en los prados al amanecer y al atardecer. Hay fresas jugosas, pequeñas fresas salvajes, y deliciosos arándanos cubriendo las laderas que sostienen nuestros valles, así como osos, me regodeo en su generosa llegada a finales de julio. 

He llegado a darme cuenta que los estados mentales también son ecosistemas. Estos terrenos, a veces amistosos, a veces peligrosos, también son ambientes naturales inmersos en el gran sistema de nuestro carácter. Me parece que es importante estudiar nuestra ecología interna de tal modo que podamos reconocer cuando estamos al borde, en peligro de caer de la salud en la patología. Y cuando caemos en las regiones menos habitables de nuestras mentes, podemos aprender de estos territorios peligrosos. Los bordes son los lugares donde los opuestos se encuentran. Donde el miedo se encuentra con el valor y el sufrimiento con la libertad. Donde el piso sólido termina en la cara de la barranca. Donde podemos ganar una visión que abarca mucho más de nuestro mundo. Y donde necesitamos mantener una gran conciencia para que no tropecemos y caigamos.

Nuestro viaje a través de la vida es un viaje de riesgo y de posibilidad -y a veces de ambos al mismo tiempo. ¿Cómo podemos mantenernos en el umbral entre el sufrimiento y la libertad y mantenernos informados por ambos mundos? Con nuestra propensión a las dualidades, los humanos tendemos a identificarnos o con la terrible verdad del sufrimiento o con la libertad del sufrimiento. Pero pienso que excluir cualquier parte del panorama mayor de nuestras vidas reduce el territorio de nuestro entendimiento. 

La vida me ha llevado a geografías complejas tanto geográficas como emocionales y sociales. Organizando movimientos pacifistas y de Derechos Civiles en los sesentas, trabajando en un hospital de un gran condado como antropóloga médica fundando y guiando dos prácticas y comunidades educativas, acompañando a personas en su lecho de muerte, como voluntaria en prisiones de máxima seguridad, meditando por periodos largos, colaborando con neurocientíficos y psicólogos sociales en proyectos basados en compasión, y echando a andar clínicas de salud en las áreas remotas de los Himalayas -todo esto me ha introducido en retos complejos, incluyendo periodos de agotamiento y sobrecogimiento. 

La educación que he ganado a través de estas experiencias – especialmente a través de mis batallas y fracasos- me ha dado una perspectiva que nunca hubiera podido anticipar. He llegado a ver el profundo valor de tomar el panorama completo de la vida y no rechazar o negar lo que nos es dado. También he aprendido que nuestra rebeldía, las dificultades y las “crisis” quizás no sean obstáculos terminales. Pueden ser puertas a paisajes internos y externos más amplios y ricos. Si investigamos intencionalmente nuestras dificultades, podemos tornarlas en una visión de la realidad que es más valiente, inclusiva, incipiente y sabia -como lo han hecho muchos otros que han caído en el borde.

Estados al borde

A lo largo de los años, lentamente me volví consciente de cinco cualidades internas e interpersonales que son claves para lograr una vida compasiva y valiente, cualidades sin las cuales no podemos servir, ni sobrevivir. Sin embargo, si estos recursos preciosos se deterioran, se pueden llegar a manifestar en paisajes peligrosos que causan daño. Les llamo a estas cualidades bivalentes Estados al Borde.

Podemos perder nuestro suelo firme en el borde alto de cualquiera de estas cualidades  y resbalarnos a un lodazal de sufrimiento.

Los Estados al Borde son altruismo, empatía, integridad, respeto y compromiso, valores de una mente y corazón que ejemplifica el cuidado, la conexión, la virtud y la fuerza. Sin embargo, también podemos perder nuestro suelo firme en el borde alto de cualquiera de estas cualidades y resbalarnos a un lodazal de sufrimiento en el que nos encontramos atrapados en las aguas tóxicas y caóticas de los aspectos dañinos de un Estado al Borde. 

El altruismo puede tornarse en altruismo patológico. Las acciones desinteresadas en el servicio a otros son esenciales para el bienestar de la sociedad y del mundo natural. Pero a veces, nuestros actos aparentemente altruistas nos dañan, dañan a aquellos a quienes intentamos servir o dañan a las instituciones en las que servimos. 

La empatía puede caer en angustia empática. Cuando podemos sentir el sufrimiento de otra persona, la empatía nos acerca unos a otros, nos puede inspirar a servir, y expandir nuestro entendimiento del mundo. Pero si tomamos el sufrimiento de otro en demasía y nos identificamos muy intensamente con él, quizás nos dañe y nos impida actuar. 

La integridad se refiere a tener principios morales fuertes. Pero cuando nos comprometemos con o atestiguamos actos de violencia, nuestro sentido de integridad, justicia o beneficencia, puede surgir como resultado el sufrimiento moral.

El respeto es el modo en el que sostenemos a los seres y a las cosas en una alta estima. El respeto puede desaparecer en el lodazal del desprecio tóxico, cuando vamos en contra de la raíz de los valores y principios de la civilidad o denigramos a otros a nosotros mismos. 

El compromiso en nuestro trabajo puede darnos un sentido de propósito y significado en nuestras vidas, particularmente si nuestro trabajo sirve a otros. Pero el trabajar en exceso, un ambiente laboral tóxico y la experiencia de falta de eficacia pueden conducir a un agotamiento, el cual puede provocar un colapso físico y psicológico. 

Incluso en sus formas degradadas, los Estados al Borde pueden enseñarnos y fortalecernos, así como el hueso y el músculo son fortalecidos cuando son expuestos al estrés, o si se rompen o doblan, pueden sanar en las condiciones adecuadas y volverse más fuertes por haber estado heridos. 

El camino de vuelta a la libertad en el borde alto de la fuerza y el valor, es a través del poder de la compasión.

En otras palabras, perder nuestro suelo firme y resbalarnos en la cuesta del daño no necesita ser una catástrofe terminal. Hay humildad, perspectiva y sabiduría que puede ser ganada a partir de nuestras mayores dificultades. En su libro The Sovereignty of Good (1970), Iris Murdoch definió la humildad como un “respeto altruista por la realidad”. Ella ha apuntado que “nuestra imagen de nosotros mismos se ha vuelto demasiado grande”. Esto lo descubrí al sentarme junto al lecho de muerte y conviviendo con servidores sociales. Hacer este trabajo tan de cerca con aquellos que están muriendo y aquellos que los están cuidando me mostró cuán serios pueden ser los costos de sufrimiento tanto para los pacientes como para los servidores sociales que los cuidan. Desde aquellos tiempos he aprendido de maestros, abogados, directores ejecutivos, trabajadores humanitarios y padres que pueden experimentar lo mismo. En aquel entonces me fue recordado algo profundamente importante y, sin embargo, completamente obvio: que el camino para salir de la tormenta y del lodazal del sufrimiento, el camino de vuelta a la libertad en el alto borde de la fuerza y el valor, es a través del poder de la compasión.

Futilidad y Valor

Tengo un amigo que era un hábil y dedicado psicólogo, pero tras años de practicar, se había hundido en la futilidad. En una conversación conmigo, él confesó, “yo ya no puedo aguantar escuchar más a mis pacientes”. Él explicó que en cierto punto de su carrera, él empezó a sentir cada emoción que sus pacientes estaban experimentando, estaba totalmente abrumado por sus experiencias de sufrimiento. La constante exposición a este, eventualmente lo había secado. En cierto punto, ya no podía dormir y estaba comiendo en exceso para aliviar el estrés. Gradualmente había entrado en un espacio de desolación y emocionalmente estaba apagado. “Simplemente no me importa”, dijo, “me siento plano y gris por dentro”. Peor aún, él había empezado a resentir de sus pacientes, y él sabía que esto significaba que necesitaba salirse de su profesión. 

His story exemplifies the negative outcomes of a combination of all the Edge States: what happens when altruism goes toxic, empathy leads to empathetic distress, respect collapses under the weight of sensitivity and futility and turns to disrespect with a loss of integrity, and engagement leads to burnout. Suffering had crept up on the psychologist, and he began to die inside. He could no longer absorb and transform pain to find meaning in his work and his world.

Su historia ejemplifica los resultados negativos de una combinación de todos los Estados al Borde: lo que sucede cuando el altruismo se vuelve tóxico, la empatía se torna en aflicción empática, el respeto colapsa bajo el peso de la sensitividad y la futilidad,  tornándose en falta de respeto con una pérdida de integridad, y el compromiso se torna en agotamiento. El sufrimiento se estaba arrastrando en el psicólogo y empezó a morir por dentro. Ya no podía absorber y transformar dolor para encontrar significado en su trabajo y en su mundo.

Mi amigo está muy lejos de estar solo en su sufrimiento. Muchos servidores sociales, padres y maestros me han confiado tener los mismos sentimientos. Parte de mi labor ha sido enfrentar la devastadora epidemia de la futilidad, la cual conduce a un déficit de compasión en la gente a la que debe cuidar.

Tengo otra amiga, una mujer jóven de Nepal quien desafió las probabilidades y convirtió la adversidad en fuerza. Pasang Lhamu Sherpa Akita, una de las mujeres montañistas más grandes del país estaba a una hora de caminata de la Base de Campamento del Everest en abril del 2015, cuando ocurrió un terremoto de 7.8 grados. Ella escuchó el estruendo de la avalancha que mató a muchos en la Base de Campamento. Inmediatamente ella se dispuso a ir a ayudar, pero fue forzada a regresar cuando una réplica golpeó de nuevo.

El hogar de pasang en Kathmandu había sido destruido por el terremoto, pero ella y su esposo, Tora Akira, se dieron cuenta de que tenían que responder a la pérdida de la vida, del hogar y del medio de subsistencia que muchos estaban enfrentando en Nepal. “Pude haber sido asesinada en el Campamento Base del Everest”, dijo Pasang, “pero estuve a salvo. Sobreviví. Tiene que haber una razón por la cual sobreviví. Le dije a mi esposo, tenemos que hacer algo por la gente que está en problemas”.

En Kathmandu, Pasang y Tora empezaron a organizar a la gente jóven y contrataron camiones para traer arroz, lentejas, aceite, sal y toldos para la gente en Sindhupalchowk, la región del epicentro del terremoto. Ella regresó semana tras semana al área de Gorkha con techos de chapa, tiendas de campaña, medicina y más toldos para los sobrevivientes en algún número de villas. Ella contrató a personas locales para hacer nuevos caminos a través y sobre los derrumbes que habían destruido los senderos existentes. Ella dio empleo a cientos de habitantes de las villas para traer comida y utensilios a la gente que estaba completamente aislada por los efectos del terremoto y enfrentando la estación de monzones sin comida ni refugio. 

Podemos encontrar lecciones en los lugares de profunda devastación.

Pasang estaba actuando desde el altruismo, un Estado al Borde que fácilmente puede inclinarse hacia el daño. Pero al hablar con Pasang durante sus meses de servicio intensivo siguiendo el terremoto, nunca detecté nada en su voz, sino una ilimitada energía de buena voluntad y dedicación. Ella también expresó un tremendo sentido de alivio porque ella y su esposo estaban siendo capaces de ayudar. 

Mi amigo psicólogo fue al borde y nunca encontró su camino de regreso. Mi amiga Nepali se puso de pie en el borde de su humanidad. ¿Cómo es que algunas personas no caen apaleadas por el mundo, sino que son animadas por el profundo deseo de servir?

Yo pienso que la compasión es la clave. El psicólogo había perdido su conexión a su corazón compasivo; el agotamiento había matado sus sentimientos. El cinismo echó abajo una raíz profunda. Pasang, sin embargo, fue capaz de permanecer de pie en la compasión y dejar que esos sentimientos guiarán sus acciones. He llegado a ver la compasión como el modo de permanecer aterrizado y firme en el precipicio, y no caerse en el borde. Y cuando sí nos caemos en el borde, la compasión puede ser nuestro camino fuera del lodazal. 

Cuando aprendemos a reconocer los Estados al Borde en nuestras vidas, podemos levantarnos en el umbral del cambio y ver un paisaje abundante con sabiduría, ternura y bondad humana básica. Al mismo tiempo, podemos ver un terreno desolado de violencia, fracaso y futilidad. Teniendo la fortaleza de pararnos en el borde, podemos encontrar lecciones en los lugares de profunda devastación -los campos crematorios- o campamentos de refugio, las áreas destruidas por terremotos, las prisiones, las salas de pacientes de cáncer, los campamentos de vagabundos y las zonas de guerra, y al mismo tiempo encontrar nuestra fuente de fortaleza en nuestra bondad básica y en la bondad básica de otros. Esta es la verdadera premisa de llegar a conocer íntimamente los Estados al Borde: Cómo desarrollamos fortaleza para ponernos de pie al borde y tener una perspectiva más amplia, una visión que incluye todos los lados de la ecuación de la vida. Cómo encontramos el balance que da vida entre fuerzas opuestas. Cómo encontramos la libertad en el borde. Y cómo descubrimos que la alquimia del sufrimiento y la compasión hace surgir el oro de nuestro carácter, el oro en nuestros corazones. 

Adaptado de Standing at The Edge: Finding Freedom Where Fear and Courage Meet, por Roshi Joan Halifax. © 2018 by Roshi Joan Halifax. Reimpreso con el permiso de Flatiron Books.

 

ABOUT JOAN HALIFAX

Joan Halifax la abad y maestra principal de Upaya Institute y del Zen Center en Santa Fe, Nuevo México. Su más reciente libro Standing at the Edge: Finding Freedom Where Fear and Courage Meet explora cómo podemos enfrentar los retos que estamos afrontando en nuestro tenso clima político actual.

ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)

ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.

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Joan Halifax

Joan Halifax is the abbot and head teacher of Upaya Institute and Zen Center in Santa Fe, New Mexico. Her most recent book Standing at the Edge: Finding Freedom Where Fear and Courage Meet explores how we can face the challenges we are facing in our current fraught political climate.