Mi perro beagle, Little Bit, puede sentir que se aproxima una tormenta. La razón por la que lo sé es porque Little Bit usa el lenguaje de su cuerpo para comunicar su miedo. Desde la más ligera variación en la presión atmosférica, su pequeño cuerpo robusto empieza a temblar. Luego, al primer trueno, ella salta con sus rechonchas piernas haciendo un torpedo en el aire y lanzándose a la protección familiar de mis brazos. Yo soy su puerto en la tormenta.
Todos los seres sentimos la necesidad de un refugio o santuario en varios momentos de nuestra vida. Algunos de nosotros buscamos protección en las posesiones materiales, en una carrera prestigiosa, o en inversiones financieras, o quizás busquemos un escape en el alcohol, la comida, o incluso el ejercicio excesivo. Un camino espiritual auténtico ofrece un refugio de un tipo diferente. En vez del alivio temporal de una aspirina o un lugar donde escondernos, el refugio espiritual ofrece un camino hacia sentir nuestra propia bondad básica.
En vez de objetivos no-realistas que casi dan por sentado el fracaso, esto se trata de sentirse bien más seguido.
Pero primero, como Little Bit, tenemos que empezar por sentir nuestra incomodidad mental y emocional: miedo, frustración, ira, odio, celos, orgullo, o cualquier tipo de emoción negativa. Cuando estamos haciendo esto nuestro propio cuerpo es un vehículo perfecto en el cual tomar refugio.
Cuando nosotros, humanos, sentimos que se está gestando una tormenta emocional, el flujo de adrenalina de los sentimientos poderosos a menudo nos hace incapaces de controlar nuestro cuerpo, habla o mente. Retenemos la respiración y temblamos, quizás nos encontremos enfrentando calor con la ira, o el enojo con palabras iracundas. O quizás mantenemos nuestras emociones aflictivas guardadas dentro, donde se pudren. Pena o dolor profundo en nuestro pecho, enojo en nuestra mandíbula, miedo en nuestras rodillas, todas, eventualmente se muestran a través de dolor en nuestras articulaciones o una reducción en nuestra capacidad de movimiento.
En vez de tratar de negar estos sentimientos, tomar refugio en el cuerpo significa que empezamos a hacernos amigos de nuestro cuerpo. Escuchamos a nuestro cuerpo y lo tratamos en el modo en el que trataríamos a alguien a quien queremos. En vez de empujarlo muy fuerte o estar temerosos a moverlo incluso un poco, podemos caminar el camino medio de intuir qué es apropiado para el cuerpo, lo que significa, qué es apropiado para nosotros.
Vuélvete más amistoso
Tenemos muchos objetivos para nuestro cuerpo: perder peso, esculpir su forma, estar más sanos, más atractivos, ¡mantener el brillo de la juventud! Como una relación romántica disfuncional donde tenemos expectativas de que nuestra pareja cumpla todas nuestras necesidades, no nos relacionamos con nuestro cuerpo como nuestro amigo, sino como el agente para cumplir todas nuestras esperanzas y evitar nuestros miedos.
Para empezar, pensar en nuestro cuerpo como el lugar donde nos sentimos bien nos ayuda a cambiar nuestro objetivo de querer brincar más alto o correr más rápido para sentirnos bien, y a vivir una vida más comprometida y más vibrante. Hazlo poquito a poco en lo que llamo “bocadillos de ejercicio”. Levántate y muévete por alrededor de 10 minutos aquí y allá. Circunvala a tu casa u oficina, haz tres saludos al sol, lleva tu perro a caminar, pon algo de música y juega.
En vez de fijarse objetivos no realistas que casi dan por sentado el fracaso, esto se trata de sentirte bien más seguido. Así es como puedes redefinir gradualmente tu relación con tu cuerpo; de algo fuera de ti que necesita ser diferente, a un refugio que siempre está ahí para proveerte de una experiencia de integración y bienestar.
Vuélvete curioso
Podemos tomar una lección de la práctica física del yoga. La palabra en sánscrito para “pose” es asana, la cual se traduce como “sentarse con lo que surge”. Ya sea que estés sentado, caminando, o brincando una cuerda, nota lo que está surgiendo: alegría, resistencia, memorias viejas, percepción profunda. Inclúye todo. Cuando tu mente se extravía, vuelve a anclarla a través de las sensaciones de tu cuerpo, tus emociones o tu respiración.
Podemos aprender a confiar en el refugio de nuestro propio cuerpo.
Estas sensaciones ocurren sólo en el presente, así que el cuerpo funciona como una excelente base u hogar para la mente que divaga. Nota no sólamente lo que tu cuerpo está sintiendo, sino cómo te sientes acerca de lo que estás sintiendo. Vas a descubrir que mientras tu cuerpo ha estado cambiando todo el tiempo, tus ideas acerca de tu cuerpo, y sobre lo que puede o no hacer, se han congelado. Este es un entendimiento interesante.
Mantener una conciencia continua de este modo se le llama “mindfulness del cuerpo” (o presencia mental del cuerpo) -una práctica efectiva para aprender a ser más grandes de lo que pensamos que somos, para expandir nuestra zona de confort, y para aligerarnos un poco a través del reconocimiento de la impermanencia.
Práctica: toque de arraigo
El toque de arraigo es una micro-práctica simple para tomar refugio en tu cuerpo cuando te sientes estresado y necesitas un tiempo fuera. Es un método para conectar con tu estado emocional a través de tu cuerpo usando el calor de tus manos y la calma de tu respiración para enraizar y estabilizar tu sistema nervioso. Puedes hacer esto en cualquier lugar; sentado en una banca en el parque, caminando del elevador a tu escritorio, en el descanso de la escalera en el trabajo, e incluso en el baño.
Ponte de pie con tu espalda erguida y tus pies firmemente plantados. Pon una mano en tu pecho y la otra mano en la base de tu columna. Inhala a través de tu nariz por cuatro tiempos, exhala a través de tu nariz por cuatro tiempos, y repite. Siente el movimiento de tu respiración debajo de tus manos. Deja que tu mente cabalgue en tu respiración, como una barca en el océano. También puedes poner tus manos en el corazón, el vientre, la frente o tus muslos.
Tomar refugio en tu cuerpo es cuidar de uno mismo con un giro espiritual en el que reconocemos que no podemos iluminarnos sin un cuerpo. Debemos amar a nuestro cuerpo y cuidar de él así como cuidamos a nuestros amigos. Luego, cuando sucede algo que nos asusta o desestabiliza, podemos tomar refugio en nuestro cuerpo como amigo, al contrario de tomar refugio en el comer, beber, comprar o cualquier otra técnica de evasión. Podemos aprender a confiar en el refugio de nuestro propio cuerpo como un lugar de intimidad. Esto nos permite estar vivos justo ahora; disponibles para cualquier cosa que sea necesaria en este momento.
ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)
ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.