La mente no es algo con una forma física, sonido, olor, sabor o textura. La mente está vacía. El espacio también está vacío. No importa a dónde vayas en el espacio, no hay un límite, una frontera, un borde. Si fueras a viajar en una nave espacial en una sóla dirección por cien billones de años, no llegarías al final del espacio. Es lo mismo con las demás direcciones -puedes viajar por siempre, y aún así nunca encontrar un lugar donde el espacio termine.
Ahora, ¿cómo algo que no tiene límites puede tener un centro? No puede, ¿verdad? Es por eso que se enseña que el espacio no tiene centro y no tiene borde. El Buda usaba el espacio para señalar cómo es la mente. Él dijo que la mente está vacía como el espacio: y que así como el espacio no tiene límites en ninguna dirección, la mente no tiene centro o borde. De hecho, dondequiera que haya espacio, la mente está presente. Y el Buda enseñó que a través del espacio, a dondequiera que el espacio llegue, hay seres sintientes. Y dondequiera que haya seres sintientes hay emociones perturbadoras y hay creación de karma. Y dondequiera que haya creación de emociones perturbadoras y karma, también hay naturaleza búdica. La mente despierta de los budas es omnipresente.
La unión indivisible de ser vacío y consciente es el fundamento original que nunca se pierde.
Como seres sintientes nosotros pensamos, recordamos, planeamos -y la atención que así ejercemos se mueve hacia un objeto y se adhiere a él. A este movimiento mental se le llama mente pensante o mente conceptual. Nosotros tenemos muchas expresiones en tibetano para describir el funcionamiento de esta actitud básica de la mente, de esta consciencia extrovertida que no se da cuenta de su propia naturaleza. Esta mente ignorante se agarra a objetos, forma conceptos acerca de ellos, se involucra y queda atrapada en los conceptos que ha creado. Esta es la naturaleza del samsara, y ha continuado a través de tiempos sin principio hasta el momento presente.
Todos estos involucramientos son meramente creaciones fabricadas; no son el estado natural. Están basados en los conceptos de sujeto y objeto, el que percibe y lo percibido. Esta estructura dualista, junto con las emociones perturbadoras y el karma que se produce a través de ellas, son las fuerzas que nos llevan de una experiencia samsárica a otra. Sin embargo, durante todo este tiempo aún está la naturaleza básica, la cual no está hecha de nada en absoluto. Es totalmente no-construida y vacía, y al mismo tiempo está consciente: tiene la cualidad de poder darse cuenta. Esta unión indivisible de estar vacío y consciente es nuestra base original la cual nunca se pierde.
Lo que nos estamos perdiendo es el reconocimiento de que nuestro estado natural es la unión indivisible de vacuidad y consciencia. Nos perdemos de tal reconocimiento porque nuestra mente siempre está buscando en otra parte. No reconocemos nuestra presencia consciente actual, y en vez de eso siempre estamos preocupados por mirar hacia otro lado, fuera de nosotros mismos. Y continuamente perpetuamos este proceso. Shantideva dijo, “A menos que conozcas el punto clave secreto, cualquier cosa que hagas va a perder el blanco”. El punto secreto de la mente es que su naturaleza es autoexistente, es lucidez original. Para identificar el punto clave necesitamos recibir las instrucciones de señalamiento, en las cuales el maestro nos dice y nos muestra que: “La naturaleza de tu mente es la mente de buda misma”. Justo ahora somos como una persona tonta que se perdió en el centro de Kathmandú, y corre de un lado al otro gimiendo, “Me perdí. ¿Dónde estoy?” Las instrucciones de señalamiento es justo como decirle a esta persona, “¡Estás aquí!” A través de un samsara sin principio, los seres sintientes no se encuentran a sí mismos hasta que alguien les dice, “Estás justo aquí”. Esta es una metáfora para introducir el punto clave secreto de la mente.
Si no fuera por las enseñanzas del Buda, todos los seres sintientes estarían totalmente perdidos, porque necesitan ser dirigidos hacia el fundamento básico el cual está siempre presente, pero nunca es reconocido. Ese es el propósito de las instrucciones de señalamiento, literalmente, la “instrucción que te lleva cara a cara con tu propia esencia”. A esta instrucción se le han dado grandes nombres impresionantes como Mahamudra, el Gran Camino Medio (Madhyamika), o la Gran Perfección (Dzogchen). Todas estas enseñanzas apuntan hacia la misma naturaleza básica. Son exactamente lo opuesto al pensamiento conceptual que mantiene a un sujeto y a un objeto -el marco mental dualista que no está consciente de su propia naturaleza.
Nuestra mente es espaciosa, completamente abierta y vacía, sin embargo aún siente placer y dolor.
No tiene que ser de esta manera. Podemos conocer nuestra propia naturaleza. Podemos realizarla aplicando las instrucciones de fondo del Mahamudra, el Gran Camino Medio y la Gran Perfección. Incluso cuando nuestra naturaleza es primordialmente iluminada, no nos damos cuenta de ese hecho. Por lo tanto necesitamos volvernos a iluminar. Primero necesitamos reconocer; luego, entrenarnos en ese reconocimiento; y finalmente, lograr la estabilidad. Una vez que nos hemos iluminado de nuevo, no necesitamos deambular en el samsara.
La naturaleza búdica es la verdadera identidad dentro de la cual están completos el cuerpo, habla, mente, las cualidades y actividades de todos los budas. A la cualidad inmutable se le llama cuerpo vajra, a la cualidad incesante se le llama habla vajra, y a la cualidad sin error se le llama mente vajra. La unidad indivisible de las tres es exactamente a lo que se refiere como naturaleza búdica. Es a partir de la expresión de las tres que el cuerpo, el habla y la mente de todos los seres aparecen. De hecho, el cuerpo, el habla y la mente de todo ser sintiente tienen el mismo origen que el cuerpo, el habla y la mente de los seres despiertos. El cuerpo, el habla y la mente no pueden venir de la tierra, o de la roca, o de la materia.
Al no reconocer en nuestra propia experiencia la cualidad inmutable de esta naturaleza búdica, entramos en una funda de cuerpo físico de carne y hueso. Nuestra habla se enfunda en el movimiento de la respiración para convertirse en voz y palabras. Aparece y desaparece. La consciencia empezó a sostener a un percibidor separado de lo que es percibido. En otras palabras, se convirtió en una fijación de la dualidad, un proceso de detenerse y volver a empezar que ha continuado desde el tiempo sin principio y que sigue y sigue. Así es el estado normal de la mente. Si ahora no reconocemos nuestra verdadera naturaleza en este periodo de vida, fracasamos en captar nuestro asiento natural de lucidez inmutable y autoexistente. En vez de eso, perseguimos un pensamiento perecedero tras otro, como perseguir cada hilo en una cuerda. Así es como el samsara se vuelve infinito. Mientras estamos gobernados por este involucramiento con el pensamiento, realmente estamos desamparados.
¿Quién puede hacer que se detenga el samsara para nosotros? No hay nadie, sino nosotros mismos. Incluso si todos los seres sintientes de los seis reinos se alinearan y se pusieran a llorar, “¡Por favor, ayúdame para que pueda dejar de ser dominado por mi propio pensamiento!” -incluso entonces, ni uno de esos seres podría ayudar. ¡Qué triste es que estemos controlados por este involucramiento con el pensamiento, día y noche, vida tras vida! Podemos intentar estallar una bomba nuclear para detener el samsara, pero ni eso podría ayudar. Las bombas nucleares pueden destruir ciudades, incluso países, pero no pueden lograr que la mente deje de pensar. A menos que nos liberemos del pensamiento conceptual, no hay manera alguna de poner fin al samsara y realmente despertar a la iluminación.
La gran paz sucede cuando el pensamiento conceptual disminuye, se aquieta. Hay una manera de que eso suceda. Los pensamientos son en realidad una expresión de la naturaleza búdica. Son expresiones de nuestra cara natural. Si realmente reconocemos la naturaleza búdica, en ese mismo momento, cualquier pensamiento se va a esfumar por sí mismo, sin dejar rastro. Esto es lo que trae fin al samsara. Hay un método supremo para hacer esto. Una vez que conocemos el método, no hay nada superior que necesitemos saber. De esta manera ya está a nuestro alcance. No es algo que necesitamos obtener de alguien más -no es algo que necesitemos comprar, sobornar o buscar y finalmente obtener. Tal esfuerzo no es para nada necesario. Una vez que reconoces tu propia cara natural, ya has trascendido los seis reinos del samsara.
¿Cuál es el método? Es por lo que pedimos cuando solicitamos a un maestro que nos de instrucciones para reconocer la esencia de la mente y entrenar en ella. La esencia de nuestra mente es increíblemente preciosa. Es la herencia natural que poseemos justo ahora. El recibir enseñanzas acerca de cómo reconocer la esencia de la mente y aplicarlas correctamente se le llama “el Buda puesto en la palma de tu propia mano”. Esta analogía significa que al momento de ser introducido y reconocer, tú no tienes que buscar por el estado despierto en otro lado. Apila todo el dinero, toda la riqueza del mundo entero en un montón grande y ponlo al lado. Por otro lado, pon el reconocimiento de la naturaleza búdica, la naturaleza de tu propia mente. ¿Qué es más valioso? Si de algún modo vas a comparar ambos, te puedo prometer que el reconocer la esencia de la mente, “el asombroso buda interno”, es más valioso, un billón de veces más valioso.
¿Qué es de verdadero valor? Tenemos que pensar esto por nosotros mismos. Cuando hacemos negocios y logramos una ganancia nos regocijamos. Si tenemos una pérdida caemos en la decepción. Vamos a comparar el capital de nuestro negocio a nuestra naturaleza búdica, la cual es como una joya que concede los deseos. Si no usamos esta joya que concede los deseos, un samsara sin fin se presenta enfrente de nosotros. ¿No sería increíblemente estúpido tirar nuestra fortuna? -y también es problemático. Debemos pensar acerca de esto. No estoy recitando esto de memoria. No es una mentira. Esto es real, un punto crucial. Si no tuviéramos naturaleza búdica, nadie podría culparnos.
Pero sí tenemos naturaleza búdica, una naturaleza búdica que es la identidad de los tres kayas (cuerpos) de todos los budas. Sin embargo, como Jamgon Kongtriil dijo:
Aunque mi mente es Buda, yo no lo reconozco.
Aunque mi pensamiento es el dharmakaya, no lo realizo.
Aunque lo no-fabricado es lo inherente, fracaso en sostenerlo.
Aunque la naturalidad es el estado básico, no estoy convencido.
Gurú, piensa en mí. ¡Pronto, mírame con compasión!
Bendíceme para que la conciencia natural sea liberada en sí misma.
En este mundo, nada es más esencial que la mente, excepto por una cosa: la naturaleza de esta mente; la naturaleza búdica. Todos los seres sintientes tienen esta naturaleza, sin una sóla excepción. Esta naturaleza búdica está presente en todos, desde el buda primordial Samantabhadra hasta el insecto más pequeño, incluso las entidades más pequeñas que sólo podemos ver a través de un microscopio. En todos estos, la naturaleza búdica es idéntica. No hay diferencia en el tamaño o la cantidad; ninguna diferencia. La naturaleza búdica nunca difiere en términos de calidad o cantidad. No es como si Samantabhadra tiene una enorme naturaleza búdica, y un pequeño insecto tiene una pequeña, o que el Buda tiene una naturaleza búdica superior, y una mosca tiene una inferior; no hay diferencia alguna.
Tenemos que distinguir entre mente y esencia de la mente. La esencia de la mente de los seres sintientes y la mente despierta de los budas es la misma. La budeidad significa estar totalmente estable en el estado antes de que el pensamiento dualista ocurra. Un ser sintiente como nosotros, sin realizar nuestra esencia, queda atrapado en nuestro propio pensamiento y se desconcierta. Aún así, la esencia de nuestra mente y la esencia de todos los budas despiertos es primordialmente la misma. Los seres sintientes y los budas tienen una fuente idéntica, la naturaleza búdica. Los budas se convierten en despiertos porque realizan su esencia. Los seres sintientes se confunden porque no realizan su esencia. Luego, hay una base o fundamento, y dos caminos diferentes.
La mente es aquello que piensa, recuerda y planea todos los pensamientos distintos que tenemos. Es el pensamiento el que perpetúa el samsara. El samsara va a continuar sin fin a menos que el pensamiento se detenga. El pensamiento en tibetano se le llama namtok. “Nam” significa el objeto, lo que es el pensamiento. “Tok” significa el hacer ideas y conceptos acerca de aquellos objetos. Namtok es algo que la mente revuelve incesantemente, día y noche. Un buda es alguien que reconoce la esencia misma, y despierta a través de ello. Un ser sintiente es alguien que no lo hace, y que está confundido por su propio pensamiento. Alguien que ha fallado en reconocer la esencia de la mente se le llama ser sintiente. Realizar la naturaleza misma y volverse estable en esa realización se le llama ser un buda.
La verdadera virtud, la verdadera bondad, es creada a través del reconocer nuestra naturaleza búdica, o nuestro estado natural. Reconoce tu mente, y en la ausencia de toda cosa concreta, descansa suavemente.
En breve, la naturaleza de esta mente es vacía en esencia; es como espacio. Ya que no tiene forma, no tiene olor, no tiene sabor, sonido o textura, está completamente vacía. Siempre lo ha sido, primordialmente. Al ser vacía, la mente se parece al espacio. Pero hay una diferencia: el espacio no es consciente; no siente placer o dolor. A veces se le llama “la mente omnisciente, siempre-consciente”. Lo que sea que esté presente es conocido por la mente.
Cuando esta mente está puesta a trabajar, puede inventar cualquier cosa posible, incluso bombas nucleares. La mente crea todos estos aparatos increíbles -grabadoras de voz, aviones que pueden volar en el cielo. Estos inventos no piensan, pero fueron creados por una mente pensante. Los seres sintientes crean el samsara que tenemos ahora. La creación del samsara ultimadamente no nos va a ayudar de ninguna manera.
La mente es invisible e intangible. Es por eso que la gente no la conoce. Es por eso que se preguntan, “¿Ya habré reconocido realmente esta naturaleza de la mente?” Si fuera una cosa concreta, los científicos la habrían descubierto hace mucho tiempo. Pero no lo es, así que los científicos no saben necesariamente lo que es la mente. Si ellos supieran, ¡todos los científicos estarían iluminados! Pero has oído que los científicos se iluminen a través de la ciencia? Seguro, ellos y ellas saben muchas otras cosas. Pueden hacer teléfonos que te permiten hablar con alguien al instante en cualquier parte del mundo. Y pueden hacer máquinas que vuelan a cientos de personas juntas a través del espacio. Pueden llevar trenes directamente a través de las montañas. Todo esto es posible. Si la mente está puesta a trabajar, es un tesoro inagotable; pero eso aún no significa iluminación. Cuando la mente está puesta en función de algo y queda atrapada en ello, esto no conduce a la iluminación. Necesitamos conocer la naturaleza esencial de la mente.
¿Cuál es la manera de disolver pensamientos; de limpiarlos por completo y dejarlos esfumarse? El Buda tenía la técnica de cómo limpiar el pensamiento. Las instrucciones de señalamiento de un maestro calificado son para eso. Cuando tú vas a la escuela tienes que repetir el ABC de vuelta a los profesores para que ellos se den cuenta si te sabes el alfabeto o no. Hasta que uno sabe, uno necesita que se le enseñe, que se le muestre. Hasta que uno conoce la esencia de la mente por completo, uno necesita a un maestro. Es tan simple como eso.
La verdadera virtud, la verdadera bondad, es creada a través del reconocimiento de nuestra naturaleza búdica, o nuestro estado natural. Reconoce tu mente, y en la ausencia de toda cosa concreta, descansa suavemente. Después de un rato, de nuevo quedamos atrapados en pensamientos. Pero al reconocer una y otra vez, crecemos nuestra familiaridad con el estado natural. Es como aprender algo de corazón; después de un rato, ya no tienes que pensar acerca de ello. A través de este proceso nuestro involucramiento con el pensamiento se vuelve más y más débil. La brecha entre pensamientos empieza a durar más y más tiempo. En cierto punto, por media hora habrá un tramo sin pensamiento conceptual alguno, sin tener que suprimir el pensamiento.
La esencia de la mente, que es primordialmente vacía y sin raíces, es diferente a mantener una idea de vacuidad en la mente, y no es lo mismo que los intentos sostenidos de sentirse vacío. Ninguno de estos ayuda mucho. Al crecer familiaridad con este vacío original y natural una y otra vez, nos acostumbramos a él. Entonces habrán tramos a lo largo del día entero de la mañana a la tarde, en la que sólo hay conciencia vacía impoluta por nociones de objetos percibidos o de la mente que los percibe. Esto corresponde a haber logrado los niveles de bodhisattva, o los bhumis. Cuando ya no hay una ruptura a lo largo del día y la noche, a eso se le llama budeidad, iluminación verdadera y completa.
Desde la perspectiva de la esencia de la mente, las interrupciones de los pensamientos son como nubes en el cielo. La esencia vacía en sí misma es como el espacio del cielo. Nuestra consciencia es como la luz del sol. El cielo en sí mismo nunca cambia; esté soleado o nublado. Del mismo modo, cuando realizas el estado despierto de los budas, todos los pensamientos tipo nubes se han esfumado. Pero las cualidades de sabiduría, que significa el estado original de alerta, están desarrolladas por completo, completamente presentes, incluso ahora cuando los pensamientos están presentes. Tenemos que entrenar en crecer lentamente más y más familiaridad con el reconocimiento de la esencia de la mente. Esto va a disolver nuestro karma negativo y nuestras emociones perturbadoras. En este reconocimiento es imposible ser contaminado por el karma y las emociones, justo como no se puede pintar en el aire. ♦
Adaptado de As It Is, Volume II. Traducido por Eric Pema Kunsang y editado por Marcia Schmidt y Kerry Moran. © 2000 Tulku Urgyen Rinpoche & Rangjung Yeshe Publications.
ACERCA DE RATNA DAKINI (Traductora)
ratna dakini es una yoguini budista tibetana, poeta y traductora originaria de México. Ha publicado dos libros de poesía de dharma, el último titulado Sunbird (2020). Ha traducido para la Comunidad de Meditación de Tergar por Aprox. 6 años, y continúa traduciendo para Tergar, así como para la página en español de Lion’s Roar. Actualmente vive en San Miguel de Allende, donde enseña Yoga, practica danza y prepara un tercer libro de poesía.